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El PAN ya no es lo que era.
Antes presumía frescura, juventud, moral y misa de siete.
Hoy anda tirado en la cama, con las costuras sueltas, sonriendo con la misma hipocresía de siempre, pero con más arrugas en el alma que en la piel.
Dicen que cambió, que ahora es más “inclusivo”, más “abierto”, más “moderno”.
Pero lo único que ha cambiado es el maquillaje: debajo sigue el mismo cuerpo conservador, el mismo perfume de doble moral, y el mismo sueño húmedo de regresar a Los Pinos, aunque sea gateando.
En los ochenta levantaban la Biblia, en los dos mil los contratos, y ahora… los memes.
Sí, el PAN cambió.
Dejó de ser el partido de las buenas conciencias para convertirse en el geriátrico de la derecha, donde todos se pelean por la silla de ruedas del poder.
Y aún así, sonríe.
Porque aunque la piel cuelgue, el discurso todavía se estira.
