

Genaro Lozano se disfrazó de charra de mujer para el show patrio, y claro, la puesta en escena fue digna de un sketch barato de Télerisa. Entre militares que lo saludaban con la seriedad de quien acompaña al comandante supremo… apareció él, trajeado de gala como si hubiera salido directo de un camerino de novela de época.
Lozano se vende como analista, académico, voz independiente y hasta posible político, pero lo que vimos fue un número cómico-mágico-musical: puro artificio de TeleRisa. Si antes produjeron galanes de telenovela, vedettes o conductores de concursos chafas, ahora lanzan comentaristas de utilería, vestidos de charros pero con falda de quinceañera.
El discurso quedó claro hasta en su propia pose: “¿Y qué esperaban? Sólo soy otro producto de Télérisa”. La Ñonga lo resume mejor: mito hecho a mano, listo para el rating, ridículo en charro y más ridículo en serio.
Al final, entre el uniforme, la charra y la solemnidad impostada, quedó la esencia de Lozano: un extra del espectáculo político, una botarga con credencial de opinólogo.