

En su rueda de prensa de ayer, Adán Augusto López decidió innovar el discurso político mexicano: explicó que su fortuna personal no es resultado de contratos, moches ni favores del poder, sino de una supuesta “herencia” que, según él , vendría nada menos que de tatá Mencho.
Con la voz pausada y el gesto solemne, el aspirante a todo y responsable de nada afirmó que los miles de millones que lo rodean en bienes y cuentas son tan naturales como los frijoles en la mesa. “Es familia, herencia pura”, insistió, como si hablar de patrimonios inexplicables fuera cosa de sobremesa.
El público, mitad incrédulo y mitad divertido, no pudo evitar la comparación con las telenovelas de narcos donde las fortunas caen del cielo, mientras los políticos hacen malabares para justificar mansiones, ranchos y colecciones de relojes suizos.
La Ñonga, fiel a su estilo, lo resumió en un meme brutal: Adán Augusto, micrófono en mano, diciendo sin pudor:
“Mis miles de millones son herencias, me las dio tatá Mencho”.
Porque en México, cuando la política no alcanza para explicar lo inexplicable, siempre queda el recurso de inventarse un abuelo generoso.